Ver competir a Gabriel «Gazir» en una batalla me hace recordar al F.C. Barcelona de Guardiola. Puedes hacer tu mejor partido o mostrar tu máximo nivel en el césped, pero como máximo aspiras a rascar el punto del empate.
Después de la última jornada de FMS, un pensamiento me llega viendo al asturiano ¿Está en disposición de ser el mejor de la historia en la disciplina? Creo, firmemente, que si. Pero no quiero entrar en eso. Al menos todavía no, por respeto a Aczino, Chuty y a otra escala Skone, Arkano y Bnet.
Los títulos todavía no le avalan, pero las sensaciones son superiores a las de Luka Doncic en la NBA. Como un robot sacado de la fábrica: no falla apenas, te vuelve loco a referencias, hila y da vueltas al concepto haciéndolo cada vez más complejo, pero es que encima rapea, tiene flow, puesta en escena y no se achica ante nada ni nadie.
Año tras año eleva su nivel. De ser letal en el 4×4 como mostró en el Wizink Center a ser una máquina de matar en todas las rondas del formato FMS día tras día. Con excepción de Sweetpain y es debatible, tal como veo las batallas, aunque a nivel estadístico lo hizo ante Zasko y Blon, no ha perdido directo en 2020. Se dice pronto.
«Terminator» sería un apodo que le sienta como anillo al dedo. Es constante la presión a la que somete al rival, lo mete en modo crucero y a ver cuanto aguanta ahí. Como sus oponentes son de tanto nivel, salimos casi a batallón por jornada. Y se habla de entrenamiento, sin embargo, como dice Red Bull, muchos lo intentan, solo los mejores improvisan. Si lo asociamos a este caso, la mayoría entrena mucho, pero nadie es Gazir o al menos no tenemos constancia de él.
Y todo esto lo está haciendo sin público y dejando atrás el «efecto niño» del que se habló. Tiemblan las campanas de Notre Dame. «Terminator» sigue escribiendo su historia.
Por Alejandro García (@AlexGarcia833)