Opinión por Paul Christian (@PaulCCR)
Nadie tenía ninguna necesidad de escuchar a Rosalía traducir Blinding lights al español para crear una versión infinitamente peor que la original. Hace unos meses The Weeknd se plantó en la azotea de un rascacielos de Nueva York para llevar el espectáculo de los MTV VMAs un nivel más allá en un momento en el que todo era menos espectacular. Un helicóptero, fuegos artificiales y las luces de la ciudad convertidas en los focos del escenario. Montaron un show que ni Barnum hubiera podido soñar y se llevaron el premio a mejor videoclip con una canción que rezuma originalidad en tiempos en los que prácticamente todo suena igual. Ahora sacan una nueva versión con Rosalía que aporta todo lo contrario a frescura y hacen un vídeo que al único premio al que aspira es al de la cutrez. Sólo hay una cosa segura, sus reproducciones en YouTube se van a contar por millones.
Crear algo puramente nuevo es prácticamente imposible en esta época. Pero de ahí a producir imitaciones baratas de cualquier cosa que haya sido un éxito comercial hay un buen trecho. Muere la originalidad porque lo original es ya un estilo que se mide con sus propias varas. Lo original es lo que sale en lo alto de la lista de más reproducidos en Spotify. Una canción que cambia de manos es un mundo nuevo, habitualmente peor porque su alma se queda por el camino a cambio de meter unas cuantas frases vacías para que el artista del momento grabe sin complicaciones, su gran aportación es poner su cara para seguir haciendo caja. Un disco nuevo no es simplemente un disco, sino un proyecto de futuras colaboraciones. Hay un tráfico de favores en la industria de la música que ni Vito Corleone en El Padrino.
Una nueva versión de una película de Hitchcock sólo puede ser peor porque nadie hará cine de suspense mejor que el director británico, sin embargo rehacer un título suyo es tener pagada la campaña publicitaria.
«Lo nuevo siempre es mejor» defendió Barney Stinson durante un capítulo de Cómo conocí a vuestra madre, no le valieron de prueba las últimas temporadas de la serie. Quizá la culpa de esa ínfame octava temporada y de la última canción de Rosalía sea de nosotros, los espectadores, porque a sabiendas de que siempre es el mismo caramelo sólo nos fijamos en el cambio de envoltorio. Caen los caramelos como si fuera una cabalgata de reyes y sigue siendo rentable producirlos. Una nueva versión de una película de Hitchcock sólo puede ser peor porque nadie hará cine de suspense mejor que el director británico, sin embargo rehacer un título suyo es tener pagada la campaña publicitaria. El título lo es todo. Se consumen los remakes igual que se compra ropa de marca, se paga por el nombre por mucho que la calidad del producto haya caído con el paso del tiempo. Una nueva canción de Rosalía no necesita ser buena porque ya lleva su nombre. Lo bueno es bueno, no necesita una segunda versión. Las versiones nuevas están para corregir ideas malas. Por respeto a las obras originales y a su difícil proceso de creación sería buena noticia que este modelo de producción de copia y pega llegara pronto a su fin. Y si no que no se llamen artistas, sino imitadores. Solía repetirme mi abuelo que cuando no tuviese algo que decir que mejorase la situación era mejor estar callado y no decir nada. La nueva versión de Blinding lights no es capaz de mejorar el silencio.
Artículo por Paul Christian (@PaulCCR)